domingo, 5 de mayo de 2013

Shh!


No le digan, que no sepa. Que al apretar mis labios, recuerdo sus besos. Que guardo su sabor en mi saliva…
No le cuenten, que sus ojos son el paisaje mejor.Que no sepa, que su mirada es mi edén.
Con esa sonrisa maravillosa, ese contemplarme fijo. Ese extrañarlo tanto y hacerlo carne.

Esos besos lentos… ¡tan suaves! …  llenos de palabras, llenos de momentos. Su lenta tentación, su invasión deliberada. No le digan que es cierto. Que no sepa que lo logra.
Que tiene razón, que necesitamos tiempo.

No le digan, no le cuenten, que me reconcilie conmigo al dejarlo entrar.
No le cuenten, que lo veo cuando cierro mis ojos. Que lo traigo tatuado en mis pupilas.
No le digan, que la sonrisa que traigo lleva su nombre. Es mi secreto.

Ni que camino satisfecha, con cierto calorcito en mí. No le cuenten, que soy suya todavía. Aún cuando no lo sepa. No lo despierten. 
¡No lo aviven!
Esas manos en mis manos, esos ojos en mis ojos, esa piel en mi piel… ¡Esa boca en mi boca! 
Es magia, pero no lo cuenten... 
¡No le digan!
Porque temblé al sentirlo, tan llena de alivio. Tan llena de necesidad satisfecha.
No le cuenten, por favor, que su ausencia, mas que borrarlo, lo dejó clavado en mí.
¡No le digan!
Que ahora que puedo tocarlo, y lo siento mío por un instante, voy a disfrutarlo en penumbras, aún cuando nuestro vínculo sea así, surrealista.
Porque ese beso que guarda en su boca, ese que me dio cuando me miró al entrar… ese beso, señores, ha sido uno de los reclamos más crudos y claros que recibí. 
¡Que no sepa!  
Fuego balsámico a tanta tortura censurada.
Descubrí que logró calmarme… pero ¡No le digan!
Ya no me deja en guerra, estoy en paz conmigo.
Porque lo que soy cuando estoy con él, y lo que es él cuando está conmigo… Señores, no tengo palabras.
Pero... ¡que no lo sepa!

Por Sabrina Cintora Vaschetto.